Undibujin

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sábado, 14 de febrero de 2015

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Y mi corazón...bien callado...calladito. No sé por qué será que a ratos no me habla ni para decir que está. Podría ser que ya no esté. Lo sé, un buen día de estos, revisaré y ¡bam! NADA.                    Cansancio de soledad a medias. No tengo suerte para que sea de la buena.     Y mis ojos también cansados de ver a la nada.      La espera por mí...para ver si de milagro llego acompañada. Sólo de milagro. La necesidad del deseo ajeno, así, con todo y sus ganas de usar las manos aunque sea sólo para saludar...con un ligero toque. El único toque.    Siempre tan sencillo.   Siempre tan difícil.  Difícil con las letras insuficientes, ¿por qué no puede bastar con eso? Bastar para darme la sensación, muy ligeramente, de mi existencia pequeña con su minúsculo valor.   Pero...pero aquí la vida no vale nada...  Y mi trabajo, mi estudio, y mi pequeño trabajo se sellaran cuando me haya ido. Así, ¿qué pena vale?  Sé que no es lo mejor, de oro o de polvo, ni interés público; Lo sé, yo sé, de verdad lo sé. Esto carece de valor literario tanto como la sangre es roja (hasta la comparacion es inútil),   Toda mi deficiencia envuelve todo lo que quiero.    Todo lo poco,      Y ya no hay con quien hablar ni siquiera por hablar.   Hablarlo todo.        Y ya no hay con quien escribir esas cartas a mano que tanto me gustaban; aunque al final no sirvan de nada.  Lo poco que es la nada pero coño, ¡cómo duele!. Cualquier cosa, ¡cómo duele!.  No sé cómo chingados vive la gente.   ¿Cómo?   o por qué no puedo.... ¡¿por qué?!
Este corazón ignorante y descompuesto se congela con las pequeñeces de lo que me rodea. Fuera y dentro de esta soledad; porque he estado afuera, muy afuera, de ella en un día que practicamente no logro recordar más que como un leve momento.... Y en él, bueno, también estaban las pequeñeces.        Pequeñes de toda existencia: con sus árboles, pájaros, hojitas de pasto, nubes bonitas y gordas flotando con su pezades, ¿Por qué no puedo yo con la mía?    Dejar de sentirme en todo y en nada, en nadie.  Y nadie me piensa un poquito, y mis lágrimas sólo son saladas para mí.  Y mi fuerza, porque tengo fuerza (por poco que parezca), solo puedo verla yo; En mis grandes pero inexistentes intentos para los demás, de "estar". Estar no es suficiente. Aunque hoy, esta noche, no esté para nadie. Nadie toca esta puerta de espejo silencioso.
De nuevo un no saber... ¿qué reflejo soy, qué reflejo mirarán?
Probablemente ninguno, ¿será?

 Creo que podría ser verdad, en toda su probabilidad, que yo ya me haya ido.

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